Los asesinos en serie suelen ser personas con un perfil muy delimitado, casi de libro. Es extraño que haya uno de estos criminales que se salga de la norma, pero como en todo, estas cosas ocurren.
Coral Eugene Watts es uno de los pocos psicokillers en serie de raza afroamericana. Sus motivaciones, sin embargo, no se salen de lo que es normal en estos individuos, y ahí es donde vuelve a entrar dentro de lo habitual.
Su infancia tiene, por supuesto, todos los elementos necesarios para que su vida desemboque en la tragedia. Hijo de un militar y una profesora de arte, tuvo que soportar el divorcio de sus padres y el posterior enlace de ella con un nuevo marido. Con este, su madre tuvo dos hijas, y Carl (su nombre real) comenzó a tener fantasías violentas en las que atacaba y asesinaba a mujeres y chicas jóvenes. No ocurrió nada durante unos años, hasta que estaba a punto de cumplir 15 años.
Su primera víctima fue una joven de 26 años, Joan Gave, en 1969. Por este crimen, fue condenado a pasar una temporada en el Hospital Psiquiátrico La Fayette, en Detroit. En él se le diagnosticó un retraso mental notable. Tenía alucinaciones y otros trastornos, pero fue liberado en 1970.
Tres años después, consiguió graduarse y obtuvo una beca para jugar al football en el Lane College, en Jackson, Tennessee. A los tres meses fue expulsado del centro, por haber molestado y atacado sexualmente a una compañera. Otra versión que explicaría la expulsión sería las sospechas que le inculparían del asesinato de una compañera, aunque no pudieron demostrarlo.
De Tennessee se mudó a Houston, Texas.
Y ahí es donde comienzan a registrarse los terribles crímenes de este individuo, que no sorprendieron a quienes le conocían.
La primera que asesinó, según se tiene documentación, fue una joven de 20 años, Gloria Steel. La asaltó en su casa, la ató y la asesinó.
Sus víctimas tuvieron un rango de edad entre 14 y 44 años, y su método era muy reconocible. La asfixia era uno de los métodos más habituales en sus fechorías, pero también utilizó los golpes o el apuñalamiento para asesinar a sus víctimas. Lo que sorprendió fue que no existía el móvil sexual, sino que era simple y llanamente un odio hacia las mujeres y su pretendida superioridad sobre ellas.
Durante años, continuó su terrible carrera, entrando en las casas de sus víctimas escogidas. Una vez dentro, las estrangulaba hasta que perdían el conocimiento y las maniataba. Luego, llenaba la bañera de agua y después, las empujaba dentro, hasta que morían asfixiadas.
Al no existir violación y ser el primer ataque violento y rápido, no existían pruebas ni fragmentos de ADN, que habrían podido identificarlo sin dudas. Aún así, la policía comenzaba a tener un perfil sobre el asesino y estrechaban el cerco sobre él.
Para evitar que le capturarán, Coral, como le conocían sus amigos, comenzó a moverse por otros estados y aprovechó la falta de información en esos otros lugares para quedar impune.
Aún así, finalmente cometió un error, y fue arrestado y condenado.
En 1984, asaltó a Lori Lister, una joven de 21 años que vivía con su amiga Melinda Aguilar cerca de la Universidad de Houston, Texas. Las estranguló a ambas hasta dejarlas sin sentido y procedió a llenar la bañera. Melinda, que estaba fingiendo, aprovechó la ocasión y saltó por la ventana a la calle. Enseguida acudió el servicio de emergencias y pudieron escuchar lo que había sucedido. Una patrulla subió hasta el piso de Melinda, y allí encontró a Coral intentando ahogar a Lori. Fue detenido inmediatamente y ambas chicas consiguieron salvar su vida.
Coral comenzó a confesar todos sus crímenes, pero había un problema. Al no existir pruebas materiales, era difícil condenarle, pese a contar con su confesión.
Los fiscales comenzaron a buscar testigos, y consiguieron encontrar los suficientes para condenarle por once asesinatos. Él había confesado varias decenas. Si no aparecían los testigos, sólo se le podía acusar de crímenes menores y podría salir antes de lo previsto a la calle. Incluso se corrió ese riesgo en 2006, hasta que un testigo clave de 1974 aportó los datos necesarios.
Finalmente, pasó 25 años en prisión hasta que se pudo encontrar una causa definitiva que le retuviera en prisión de por vida. Justo cinco días después de que le cayera encima una condena de por vida en prisión, falleció a causa de un cáncer. Era el 21 de septiembre de 2007.
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