martes, 16 de diciembre de 2008

Peter Sutcliffe, el destripador de Yorkshire


En Gran Bretaña, no existe asesino más popular y famoso que el mismísimo Jack, aquel que en el siglo XIX provocó la mayor alarma social conocida en Whitechapel, un barrio de la capital inglesa.

Pero si la bruma londinense ha ocultado la identidad de este psicokiller, no ha hecho lo mismo con la de otro conocido y temido asesino de prostitutas, que a imagen y semejanza de su antecesor victoriano, culminó con éxito la masacre de varias mujeres, a finales del siglo pasado.

Peter William Sutcliffe nació el 2 de junio de 1946 en Bingsley, en la región de Yorshire. Durante su niñez, no cumplió las expectativas que su padre, deportista y persona muy activa, depositó en él.

Por el contrario, llevó una infancia y una adolescencia tranquila, más volcada a la lectura y la contemplación. Esto le causó no pocos problemas con sus compañeros de colegio, que solían tener al joven Peter en el blanco de sus abusos.

Al cumplir los 15 años, se comenzó a interesar por el fisioculturismo, cosa que agradó a su progenitor, que comenzó a ver como sus aficiones se decantaban, por fin, hacia el deporte.

Abandonó sus estudios y comenzó a trabajar, aunque no consiguió encontrar un trabajo que le durara demasiado tiempo.

A los 18 años se interesó más a fondo por las motos, y se convirtió en un experto en la mecánica y a ello decantó su futuro profesional.

También, para alivio de su padre, conoció a Sonia Szurma, hija de un inmigrante checoslovaco, de quien se enamoró, y con quien terminó casándose.

Con el tiempo, Peter encontró trabajo en el cementerio local, y allí trabajó durante un tiempo como enterrador, hasta que por fin, consiguió el carnet de conducir para camiones y comenzó a ganar dinero como chofer.

Pero la verdadera personalidad de Peter comenzaba a aflorar. Su compañero, Gary Jackson, comentaba que Peter utilizaba los cadáveres que enterraba como parte de bromas pesadas y sustraía anillos, collares y otros objetos de valor de los ataúdes. No era una persona muy equilibrada, por lo que se veía.

Por esa época, Peter frecuentaba los barrios bajos de Yorkshire, donde suelen estar ubicados los prostíbulos y los pubs de obreros.

Robin Holland, su cuñado, solía acudir con él a beber, aunque se cansó de ver como en casa criticaba duramente a los hombres que frecuentaban prostitutas y él mismo lo hacía sin reparos y dejó de acompañarlo.

Sonia sufrió varios abortos, y finalmente, le dieron la noticia que rompió la normalidad de Peter: no podían tener hijos.

No se sabe con certeza si fue esta noticia o si lo que ocurrió tenía que ocurrir, pero fue a partir de entonces cuando comenzó la escalada criminal de Sutcliffe.

Primero le tocó el turno a Anna Rogulskyj, el 5 de julio de 1975. Fue sorprendida por Peter cuando estaba en el exterior de su casa, enfadada por un desplante de su novio. Peter se acercó por detrás y le golp eó con un martillo. Cuando la tuvo atontada en el suelo, decidió coger una navaja y comenzó a cortar la piel del vientre de la joven. Por suerte, un vecino lo vio y le hizo huir de la escena del crimen, sin consumar el asesinato.

Un mes más tarde se cebó con Olive Smelt, quien también consiguió escapar con vida, tras ser vista por un paseante mientras el atacante le cortaba la espalda.

Wilma McCann fue su primera víctima real. La recogió en una carretera de Leeds, donde estaba haciendo dedo, y le sugirió a Peter “realizarle un servicio”. Willma estaba bebida, y le exigió rapidez a Peter, quien, molesto, aprovechó un descuido de la mujer para reventarle el cráneo con un martillo y proceder, por fin solo, a apuñalar sin piedad el cuerpo.

Fue encontrado al día siguiente por un lechero y se consideró como el primer asesinato del destripador de Yorkshire.

Los años siguientes fueron años de terror para la región, ya que los cuerpos sin vida de prostitutas aparecían sin pausa, y de vez en cuando se reportaban ataques frustrados del misterioso asesino.

Comenzaban a aparecer pistas sobre su identidad, pero no se conseguía averiguar quien era realmente.

La policía recibió, además, unas cartas y grabaciones de alguien que decía ser el asesino, remitidas por alguien que no era Peter, lo que consiguió entorpecer todavía más las investigaciones.

Peter fue interrogado varias veces, aunque su intervención en los hechos fue descartada, pese a que algunos amigos suyos, como Trevor Birdsall, acudieron a la policía con la sospechae que Peter era realmente el destripador.

La cantidad de trabajo acumulado, ya que eran varios años de investigaciones y papeles con denuncias, sospechas e indicios.

El mes de enero de 1981 contrató los servicios de una prostituta en Sheffield. Aparcó su coche en una calle, y la fortuna quiso que fueran vistos por un policía, que se acercó a ver qué hacían.

Fueron conducidos hasta comisaría e interrogados. Las pistas que dio sobre su identidad hicieron sospechar a los agentes, quienes al fin consiguieron identificarle como un más que posible sospechoso.

En el lugar de la detención se encontró un martillo, que había sido escondido por Peter en el momento de la identificación, y en el calabozo se halló la navaja inculpadora.

Por fin, cinco años de terror habían acabado.

En el juicio, se hizo pasar por esquizofrénico, aunque el jurado determinó que era perfectamente consciente de sus actos y fue condenado a prisión. En la misma fue atacado hasta en tres ocasiones por presos, y en el año 2011 cumplirá los primeros 30 años de condena, y podrá acogerse a la libertad condicional, si la ley no lo impide.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Charlie Starkweather, un asesino sin causa


El amor en la adolescencia es habitualmente el motor del inicio de una mágica relación entre dos personas. La pasión se desata y crece una maravillosa sensación de felicidad y agradable recuerdo.
A veces.
En otras ocasiones, esa pasión se convierte en algo totalmente contrario, y desata los peores instintos de los jóvenes que lo sienten.
Es el caso de Charlie Starkweather y Caril Anne Fugate, una pareja de psicokillers, que entre ambos no sumaban 40 años cuando se dedicaron a recorrer los Estados Unidos dejando tras de sí una largo rastro de cadáveres.
Charlie nació el 24 de noviembre de 1938, en plena recesión económica, fruto de la crisis del año 1929. Aunque su familia tenía escasos recursos, no llegó nunca a pasar hambre y tenían un techo y un hogar estable.
Su padre, Guy, era carpintero y no le faltaba trabajo. Además, en su comunidad era una persona respetada y tenía reputación de ser un padre bueno para sus hijos.
El aspecto físico de Charlie le procuró un serio complejo en la infancia, y creció siendo un muchacho maltratado en el colegio. Se convirtió en el niño blanco de las crueles burlas y golpes de sus compañeros, y cuando llegó a la adolescencia, cambió su carácter, pasando a ser de maltratado a maltratador.
Comenzó a pelearse con todos y tomó como referente al mismísimo James Dean. Se vestía y peinaba como él y puso la filosofía del rebelde en su vida.
En 1956, conoció a la joven Caril Fugate, de trece años, y comenzó a salir con ella. Charlie encontró en la niña a una persona a la que impresionaba, y ella en respuesta, le brindaba un cariño y unas atenciones que nadie le había dado antes.
A los dieciséis años, dejo la escuela y comenzó a trabajar, mientras mantenía su relación con Caril. Ambos practicaban con el coche del padre de Charlie, y fueron estas práciticas las que causaron el fin de la relación entre padre e hijo.
Caril tuvo un accidente con el coche y tuvo que pagarlo Guy, por lo que reprendió a su hijo y le echó de casa, harto de pagar facturas por la mala cabeza de Charlie.
Sin dinero, desahuciado de su casa y de la casa de huéspedes donde vivía tras salir del hogar familiar, soñaba con un mundo mejor.
El mes de diciembre de 1957 decidió comprar un peluche a Caril, pero no tenía dinero para hacerlo. Fue hasta a la gasolinera donde lo había visto, e intentó que el dependiente se lo fiara. Tras negarse este, salió y volvió tras un rato, para comprar tabaco. Salió y cogió un rifle de su coche. Volvió a entrar y disparó contra el muchacho, matándolo en el acto.
Comenzaba así la carrera criminal de Charlie.
La policía no relacionó al joven con el crimen, aunque sí que le interrogó. Esta sensación de impunidad le hizo envalentonarse y subir su ánimo, y contó a Caril que había cometido el robo, pero no el asesinato.
Unos días más tarde, Charlie acudió a la casa de los Bartlett, nombre que tomó la madre de Caril tras casarse de nuevo con Marion Bartlett. Allí discutió con la madre y padastro de Caril y llevado por la ira, los mató. La pequeña Betty Jean, hermanastra de su novia, también fue víctima de la crueldad de Charlie.
Cuando llegó Caril de la escuela, se encontró con la escena. Y aquí es cuando surgió la duda.
Caril pasó varios días con Charlie encerrados en casa, disfrutando de su compañía tras la desaparición de su familia. Se iniciaba una trayectoria en común que, a día de hoy, todavía no se ha podido aclarar si fue voluntaria, o por el contrario la joven actuó coaccionada por la voluntad del psicópata.
La policía, a petición de varios familiares, interrogó a Caril, interesándose por la ausencia de los adultos y la pequeña Betty Jean, pero ella les convenció de que habían salido de viaje, y no sospecharon nada. Incluso ante la petición de Guy, padre de Charlie, de que lo interrogaran a él.
Cuando encontraron los cadáveres, ya era tarde. Los enamorados habían escapado.
Se refugiaron en la granja de un amigo de la familia, que al día siguiente murió de un disparo en la cabeza. Al escapar de la propiedad, se cruzaron con Robert Jensen y Carol King, una pareja de 17 y 16 años, que fueron llevados a un cobertizo abandonado y asesinados a tiros.
Inexplicablemente, regresaron a Lincoln, su pueblo natal, pero ante la presencia policial en casa de Caril, decidieron salir de nuevo.
Al día siguiente, estaban siendo buscados por tres asesinatos más y tuvieron que actuar con rapidez.
Llegaron hasta la casa de Lauer Ward, un industrial amigo del gobernador y la asaltaron. En el hogar, de un nivel alto, se encontraban la esposa de Ward, Clara y su asistenta, Lilian Fencl.
La primera acabó acuchillada tras, según Charlie, tratar de dispararle con una pistola. Varias puñaladas en el cuello y en el pecho terminaron con su vida. El marido llegó a casa desde el trabajo, y tras unos minutos de tensa discusión, recibió un disparo que lo mató.
La asistenta fue la siguiente en morir.
Tras encontrarse los cuerpos, el gobernador movilizó a toda la policía y FBI del estado para atrapar a la pareja.
El 29 de enero de 1958 se hicieron con el coche de un vendedor ambulante de Montana, Merle Collison. Su cadáver fue puesto junto al conductor, y Caril viajaba detrás. Pero el coche no arrancaba y Charlie se puso nervioso. Pidió ayuda a punta de pistola a un joven que acertó a pasar por allí, pero este se resistió y llamó la atención de un ayudante del Sheriff de Wyoming. Caril aprovechó la ocasión y salió del coche gritando que él era Charlie Starkweather y que había matado a un hombre.
Fueron detenidos, juzgados y Charlie acabó en la silla eléctrica el 25 de junio del año siguiente.
En cuanto a Caril, la defensa esgrimió que fue un rehén de Charlie y fue puesta en libertad tras 20 años de prisión.
La historia de estos dos enamorados inspiró a Oliver Stone para su película “Asesinos Natos”.

miércoles, 29 de octubre de 2008

Issei Sagawa, un canibal en la universidad


Raro es que los habitantes de esta página no tengan en su haber decenas de muertos a sus espaldas. En este caso en concreto, el protagonista de la Crónica Negra sólo tiene un asesinato en su historial. Una única víctima que hizo que Europa entera se estremeciera y que Japón encumbrase a su asesino al cielo de las superestrellas mediáticas, en el que todavía hoy continúa.
Issei Asagawa nació el 11 de junio de 1949, en el seno de una familia poderosa de Japón. Su padre fue presidente de Kurita Water Industries durante la década de los 80, así que su nivel económico y social ha sido siempre alto.
De niño, y según cuenta en el libro en el que relata sus vivencias, experimentó en su infancia una terrible pesadilla: él y su hermano estaban en un enorme caldero de agua hirviente. Alguien les estaba cocinando para comérselos.
Esta experiencia, a los cinco años de edad, provocaron una terrible curiosidad acerca del canibalismo.
Creció en medio de la alta sociedad nipona, claramente más beneficiado por el dinero que el resto, atenazados por la hambruna de posguerra.
Estudió y sacó muy buenas notas. Era inteligente y estaba motivado, así que cuando solicitó al patriarca que le matriculara en la mítica universidad parisina, La Sorbona.
Y allí fue Issei, dispuesto a estudiar una de sus pasiones: literatura comparada. Le gustaba leer, la literatura europea, y esta era una gran oportunidad. Su familia estaba orgullosa de tener un hijo en la Fráncia culta. Así, pensaban, se ganaría una mayor cultura y sería mucho más capaz de llevar adelante la empresa, el cargo de director que sin duda ocuparía más adelante.
En París, Issei se sintió maravillado por la presencia de las mujeres europeas, de piel pálida y brillante, rubias, pelirrojas… Le encantaban.
Entabló amistad con una joven alemana, Renee. Tenía 25 años. Era guapa, alta, culta…
Juntos, acudían a las citas culturales más importantes de París. Exposiciones, funciones de teatro, cine, cualquier movimiento artístico era interesante a ojos de los dos jóvenes.
Pero el interés de Issei iba más allá.
Se había enamorado de la joven y deseaba hacerla suya, disfrutar con su cuerpo y tenerla junto a él para siempre.
Día a día, el interés del japonés por su amiga crecía, sus sentimientos se afianzaban, y ella parecía corresponderle, aunque todavía no habían llegado a intimar de forma romántica.
Aún así, Issei se acercaba a ella cada vez más, y las invitaciones a tomar el té pasaron a ser muy comunes, y por fin, se decidió a invitarla a cenar en su apartamento.
La noche se presentaba perfecta. Había vino para la cena, música romántica, una lectura de poesía alemana por parte de la muchacha, que iba a ser grabada para el posterior deleite del joven y un plan: declararse y hacer el amor con su enamorada.
Tras la cena, estuvieron tomando té, al que Issai había añadido algo de whisky para hacer a Renné más perceptiva, según sus propias palabras.
Por fin, se declaró e intentó conducirla hasta su dormitorio, pero ella le rechazó. No es que el joven le cayera mal, sino que no buscaba ese tipo de relación con él.
Se levantó, dejó a Reneé leyendo un libro y sacó una pistola. Acercó el cañón al cuello de la ensimismada muchacha y disparó. Ella cayó al suelo sin vida, y él decidió qué hacer con su cadáver.
Si la comía, siempre estaría con él, de una manera u otra.
La desnudó y cogió un cuchillo de la cocina.
Buscó un punto cualquiera de su anatomía, y se decidió con el pezón izquierdo. Lo saboreó con cuidado y se dispuso a buscar otro punto donde comenzar a probar.
Cortó la cadera y la probó.
Notó como la carne se deshacía en su boca, dejando un sabor curioso en su paladar, y comenzó a desmembrar a la infortunada.
Tomó fotografías del cuerpo mutiliada, e incluso llegó a dormir con él. Al día siguiente, continuó devorando el cadáver. El ano, que no le gustó, los pechos, parte de una pierna…
Cuando iban pasando las horas, el cuerpo iba descomponiendose sin remedio.
Su “luna de miel” había terminado.
Cortó con un hacha el cuerpo y lo introdujo en dos maletas. Con ellas se acercó hasta uno de los parques de la Ciudad Luz y se deshizo de ellas.
Al poco, la policía se presentó en su casa, con una orden de registro. Alguien le había visto lanzando las maletas al agua. Al hundirse se habían abierto y su macabro contenido salió a la superficie.
En la nevera encontraron los labiros y la lengua de Renée. Los había guardado para deleitarse posteriormente con ellos.
Enseguida se declaró demente, y fue internado en el instituto Paul Guiraud, un centro para perturbados mentales.
Su padre reaccíonó con rapidez y utilizó sus contactos y consiguió que le trasladaran hasta Tokio, ingresado en un centro nipón. En 15 años, el caníbal estaba en la calle y además, se convirtió en una figura mediática.
Entrevistas, documentales, e incluso una intervención en una televisión alemana hicieron de él un hombre famoso y popular, al que las masas idolatraban.
Escribió cuatro libros, el mas importante de ellos “En la Niebla”, donde contó con detalle el macabro asunto de Renée.
Hoy, es una celebridad que participa en programas de televisión en Japón, participa como crítico gastronómico en prensa y continúa siendo un personaje admirado, que incluso participó en una película pornográfica titulada The Bedroom, en la que recreó su crimen.

miércoles, 15 de octubre de 2008

Pilar Prades, la envenadora de Valencia

Los asesinos en serie tienen, según el caso, diferentes maneras de ejecutar sus macabros planes homicidas. En el caso de los hombres, la brutalidad, el móvil sexual y la violencia extrema suele ser el modus operandi. En el caso de las mujeres, este se inclina hacia la manipulación de otras personas, o como en el caso que ocupa esta semana, la aplicación de dosis de elementos químicos, al veneno.
Fue el sistema que utilizó Pilar Prades, la que se conoció como La Envenadora de Valencia.
Pilar nació en Bejís, cerca, muy cerca de Onda, el año 1928. Se trasladó a Valencia siendo adolescente, y encontró trabajo y hogar en la casa de la familia Vilanova-Pascual, charcuteros con cierto nombre en la capital del Turia.
Era el año 1955, y Enrique Vilanova y Adela Pascual eran propietarios de un negocio floreciente, que les permitía vivr con cierto desahogo en los difíciles años en que España salía de una posguerra de penurias.
Pilar estaba mucho tiempo sola en la casa y disfrutaba estando en ella, sin más compañía que los lujos que la rodeaban. En sus sueños, se veía como la dueña del hogar, como la señora de la casa.
La realidad, y Pilar lo sabía, era muy diferente. La casa pertenecía a los señores, y la señora era la dueña de la casa y del corazón de Enrique, que también le parecía a Pilar que debería pertenecerle.
Paseaba por la casa y un día, mientras los señores estaban en el trabajo, se le ocurrió una solución.
Esta solución apareció en forma de frasco. La etiqueta ponía Diluvión, y en letras pequeñas aseguraba que era el remedio más eficaz para eliminar a las hormigas.
Comenzó a suministrar pequeñas dosis del brebaje a Adela, en los cafés, en la sopa, en cualquier alimento o bebida que ingería la señora. El arsénico del que estaba compuesto el Diluvión comenzó a hacer efecto.
Adela comenzó a sentirse mal, a debilitarse, a perder días de trabajo y a permanecer horas en la cama, al cuidado de Pilar.
Enrique llamó a un médico, que reconoció a la enferma, sin poder determinar el origen de sus males. La joven doncella, mientras, daba solícitamente sus medicinas, sus comidas y no la descuidaba ni un momento. Por supuesto, continuaba suministrándole el veneno.
El médico, tras unos días sin saber qué hacer, decidió intentar hospitalizarla, y Pilar, atenta, escuchó como se tomaba esta decisión y se apresuró a incrementar la dosis para Adela, para que no llegara al hospital.
En pocos días, mientras Enrique se decidía a ingresarla, la señora empeoró y falleció.
El reconocimiento determinó que se trataba de una pancreatitis, y que aunque extraña, la enfermedad no se salía de lo normal. Pilar se quedó fuera de toda sospecha.
Pero lo que no sospechaba la asistenta fue que Enrique abandonó la casa, el negocio y se fue de Valencia, entristecido por su pérdida.
Así que Pilar, lejos de quedarse con el hombre y los bienes de la familia, se quedó sin trabajo y en la calle.
Una mañana, mientras desayuna en la cafetería de costumbre, se encuentra a Aurelia Sanz, cocinera en un domicilio de la calle Isabel La Católica.
En esa casa, del doctor Manuel Berenguer y Carmen Cid, entró a servir Pilar, junto a su nueva amiga.
Aurelia y Pilar comenzaron a salir juntas, a pasear, a bailar, a visitar la ciudad cuando tenían libre.
En uno de esos paseos se encontraron con dos jóvenes. La playa de la Malvarrosa fue testigo de ese encuentro, en el que ambas se enamoraron del mismo chico.
Él, sin embargo, sólo se fijó en Aurelia, para desespero de Pilar. Comenzaron a salir y la joven asesina era testigo en silencio de la relación. Ambas comenzaron a distanciarse, y Pilar hablaba mal de ella, se quejaba constantemente.
Su plan volvió a tomar forma. Aurelia comenzó a enfermar, igual que lo hizo su antigua señora. Era el año 1956 cuando el veneno comenzó de nuevo a funcionar. Pero no se limitó a Aurelia, sino que Carmen se puso también en el punto de mira de Pilar. Si una vez no consiguió hacerse con la casa, quizás en esta ocasión…
Mientras, Aurelia tenía serios problemas, y el doctor decidió ingresarla en el hospital. Allí, separada de la causa de sus males, comenzó a mejorar, pero el daño ya estaba hecho.
Manuel, mientras, llega a una conclusión: el mal podría ser envenamiento.
Además, Carmen comenzó a sentir los mismos síntomas. Pilar continuaba con su plan.
El médico hiló la madeja con cuidado y halló un nombre sospechoso: Pilar Prades. Buscó a Enrique Vilanova, de quien sabía que era viudo y que Pilar había trabajado para ella. Consiguió que exhumarán el cadáver y en él hallaron restos de arsénico.
Inmediatamente, hizo que Pilar abandonara la casa, en previsión de males mayores y llevó al laboratorio una muestra de la orina de Carmen. En esta, halló también el temido arsénico.
Ya no tenía ninguna duda: Pilar Prades había envenenado a su antigua señora, a su compañera Aurelia e intentaba hacer lo mismo con su mujer.
La denunció y fue detenida en el acto.
En el juicio fue declarada culpable y condenada a morir por garrote vil. Fue la última mujer en morir con este cruel método, a manos del más famoso verdugo del régimen franquista.
Su historia salió del ámbito nacional y viajó por todo el mundo, conmocionando a toda la sociedad occidental. Su vida inspiró un serial radiofónico en Argentina, que con el título de “La galleguita de cara sucia” fue un tremendo éxito de audiencia.

jueves, 2 de octubre de 2008

Henry Lee Lucas, ¿retrato de un asesino?

La realidad de los psicokillers es en ocasiones muy compleja. Tan compleja es, que a veces la línea entre la imaginación de estos sujetos y la simple verdad es muy ténue.
La popularidad, uno de los grandes motores que empuja a estos individuos a ser como son, puede provocar que se atribuyan crímenes que no han cometido, para permanecer en las primeras páginas de los periódicos o en los titulares de las noticias.
¿Fue Henry Lee Lucas un asesino en serie o un simple enfermo mental que se atribuyó más de 600 asesinatos en diferentes Estados de la Unión?
Lo que es cierto es que su primera víctima humana fue su propia madre, el día 11 de enero de 1960.
Viola Lucas, una prostituta alcohólica de Blacksburg (Virginia), había conducido la vida de Henry y sus nueve hermanos por una infancia terrible, cruel y dura.
Los hermanos eran golpeados y maltratados por la mujer, bajo la mirada ausente de su padre, un lisiado también alcohólico que murió a causa de una enfermedad.
Los demás hermanos tuvieron ocasión de huir de la miseria familiar gracias a un programa de acogimiento en otras familias. Henry no tiene esa suerte y es sometido a un maltrato constante, que incluso le costó un ojo.
La desidia de su madre provocó que tras una paliza de la mujer no fuera atendido de una herida en el ojo y tras tres días de insoportable dolor e infecciones, fue extirpado.
También le vestía de niña, y de esa guisa lo enviaba al colegio, con todos los problemas que esto podía causar al joven.
Tras ser arrestado por varios pequeños robos y violencia contra animales, una de los tres avisos de que existe una psicopatía lantente, huyó de su casa.
Su madre intentó que volviera a casa, y se personó hasta la casa de la hermana que le acogió.
La pelea fue terrible, y aunque no se conoce de manera exacta lo que sucedió, el resultado sí que es inequívoco.
El cuerpo de Viola Lucas yació muerto frente a Henry, que le había asesinado en mitad de la pelea que se provocó.
Intentó escapar, pero fue detenido en Toledo (Ohio). En su confesión, declaró haber abusado sexualmente del cadáver.
Durante quince años cumplió condena por matricidio, y fue puesto en libertad el año 1975, cuando ya contaba con 39 años de edad.
El destino que le aguardaba en la calle, fuera del presidio, no era demasiado halagüeno. Se dedició a vagabundear sin rumbo fijo, y fue así como conoció a Ottis Toole, otro sin techo que atesoraba en su interior tanta maldad y malevolencia como el propio Henry. Su afición se decantaba por la piromanía, y como no, por la salvaje emoción de acabar con las vidas de sus semejantes.
Ambos comenzaron a caminar juntos, y se unió a ellos la joven Frieda Powell, conocida como Becky, sobrina de Ottis y que acabó enamorada del ya maduro asesino.
Los tres se refugiaron durante una temporada en una comuna religiosa en Texas. Allí realizan varios trabajos “legales”, pero sus aficiones son bastante distintos.
En esa época, entre 1976 y 1981 se concentraron el mayor número de crímenes de la pareja.
Su modus operando fue caótico. Daba igual quien moría. No importaba si era hombre o mujer. Si los dos criminales salían “de caza”, pobre del que se cruzara en su camino.
Mujeres, hombres, niños, e incluso animales, eran víctimas propiciatorias de sus mentes perversas. El sexo con los cadáveres, e incluso se sospecha de canibalismo, era una de las atrocidades que cometían los dos sádicos comprades.
Becky, mientras, se sintió abandonada y quiso volver hasta Florida, donde había nacido y se había criado. Henry discutió con ella y se avinó a llevarla hasta allí, aún en contra de sus deseos.
La joven no llegó nunca a su hogar. La confesión de Henry determinó que la mató a cuchilladas en un descampado y la descuartizó, no sin mantener sus habituales actividades sexuales con el cuerpo.
Al cabo de unos días, fue detenido nuevamente por tenencia ilegal de armas, y en el calabozo, confesó haber cometido un número indeterminado de asesinatos, algunos ocn la ayuda y colaboración de Toole.
El escándalo fue mayúsculo. Se sucedían los nombres, las situaciones, los asesinatos…
Se les relacionaba con cualquier desaparición o muerte violenta que se había producido en su zona de actuación, pero si un caso tuvo relevancia fue el de “Calcetines Rojos”, una mujer joven que no se pudo identificar y que se convirtió en el asunto que abanderó el caso contra Henry.
Durante el juicio, hubieron numerosas dudas sobre la autoría de muchos de esos crímenes, pero sí se lograron demostrar un buen número de ellos.
Queda la duda de cuantas personas fueron víctimas de este par de crueles asesinos, pero se barajaron cifras que oscilaron entre los 200 y los 600. Las declaraciones confusas y contradictorias de Henry provocaron aún más dudas, pero finalmente fue condenado a muerte en Texas.
Irónicamente, esta pena fue conmutada a cadena perpetua por el hoy todavía presidente de los Estados Unidos y entonces gobernador de Texas, George W. Bush. El único que se salvó por la firma del mismo.
Medró en prisión, orgulloso de su fama, ofreciendo de ven en cuando declaraciones en las que incluía sectas satánicas y otros argumentos.
El mes de marzo de 2001 falleció en prisión por causas naturales, dejando tras de sí una estela de muerte, confusión y terror.

martes, 23 de septiembre de 2008

Bela Kiss, un vecino ejemplar


Los asesinos en serie suelen avisar, de alguna manera, de que su comportamiento no es normal. La vida que llevan, las obsesiones que les conducen a ser quien son marcan sus trayectorias vitales y les delatarían, si nos fijáramos con atención en ellos.

Pero como no somos expertos en la materia de la psique humana, todas estas cosas nos pasan desapercibidas y no somos capaces de ver qué clase de monstruo es quien acaba siendo un terrible depredador.

Bela Kiss era una persona encantadora, un simpático hombrecillo que era querido y respetado por los vecinos de su pueblo y alguien que ofreció sus bienes a la comunidad si en algún momento podían ayudar a superar determinadas crisis.

Pero lo que los vecinos de Czinkota no supieron hasta que fue demasiado tarde, era que Bela Kiss era uno de los más activos asesinos en serie de Hungría.

Bela llegó al tranquilo pueblo de Czinkota, en Bulgaria, acompañado de su joven esposa María, una agradable joven que contaba quince años menos que su marido.

Pronto, la pareja se ganó la simpatía de todos sus vecinos, por su carácter b0nancible y conciliador. Él era considerado poco hablador y reservado, pero atento y de confianza, mientras que ella se ganó con facilidad la confianza de sus conciudadanos por su carácter extravertido.

Se instalaron en una gran casa, y para atenderla, contrataron a dos sirvientes, que permanecían en ella para realizar las tareas domésticas y atender a los señores en lo que necesitaran.

Bela pasaba largas temporadas fuera de la casa, al parecer ocupado atendiendo sus negocios, de los que no hablaba y nadie parecía saber de qué trataban.

María, en cambio, pasaba estos periodos sola. Al menos, hasta que conoció a Paul Bikari, un joven y prometedor artista de la localidad.

Pronto comenzó a intimar con él y, al parecer, inició una relación oculta con el joven.

La población estaba indignada ante la actitud de la señora de Kiss. Tan joven, tan simpática, y no hacía otra cosa que traicionar a su marido que, aunque más mayor que ella, se merecía su atenta fidelidad.

Pasaba el tiempo, y la indignación popular aumentaba. ¿Cómo iban a dejar pasar semejante infidelidad?

Así que, un día, en una junta popular, se decidió que el marido despechado debía de conocer como era realmente su mujer, y un grupo de hombres del pueblo esperó a Bela a su regreso a casa, para mostrarle la grave falta.

Sin embargo, al verles Bela hizo algo que no acostumbraba a hacer: les saludó con deferencia y les sonrió, un acto que no solía realizar y que era bastante extraño. Esto compadeció a los hombres, que no se atrevieron a decírselo. ´

Entró en su casa y desde fuera, le oyeron llorar desconsoladamente. Alarmados, entraron y se lo encontraron en el salón agarrando entre sus manos una carta. Se trataba de la carta de María, que le anunciaba que se iba en compañía de Paul, y que no quería que la buscara ni que supiera más de ella.

Sumergido en una grave depresión, su carácter se volvió más torvo y huraño. Dejó de relacionarse con sus vecinos, que pese a todo le tenían en muy alta estima.

Contrató a un ama de llaves que le ayudara con la casa y continuó con su vida de viajes.

De repente, la casa volvió a ser escenario de risas femeninas y de relaciones románticas. Bela solía llegar acompañado por jóvenes, que pasaban una o dos noches con él y al parecer, partían sin haber conseguido encandilar al maduro abandonado.

La gente de Czinkota se preocupaba, en especial su ama de llaves. Esperaban que alguna de estas muchachas consiguiera hacerle olvidar a María y darle una vida feliz.

En esos años, la I Guerra Mundial comenzaba a ser la trágica noticia que recorría Europa, y la nación estaba preocupada. En el pequeño pueblo también, porque las informaciones eran preocupantes.

Bela condujo al condestable del pueblo hasta su sótano. Allí le mostró varios bidones hechos de cemento y otros materiales, donde aseguró tener gasolina para ser utilizada en emergencias. La cedió al pueblo, por si en algún momento era necesaria. El condestable, se deshizo en halagos para el hombre y se mostró muy agradecido.

La guerra pronto se convirtió en una realidad, y Bela fue alistado en el ejército, aunque había asegurado que padecía una seria enfermedad cardiaca que el impedía luchar. Al poco, se recibieron noticias de su muerte en combate y el condestable se hizo cargo de los bidones, que habían sido cedidos por Bela.

Cuando hicieron falta, se apresuraron a abrirlos. Sólo uno de los treinta bidones contenía el preciado combustible. El resto estaban llenos de alcohol, una sustancia que Bela había estado utilizando para conservar cada uno de los cadáveres de las jóvenes que había matado, una a una, tras pasar una o dos noches con ellas. Entre los cuerpos encontrados, se hallaban los de María y Paul.

La conmoción cayó sobre los habitantes del pueblo que tanto habían querido a Bela, y pocos se querían creer lo ocurrido. Pero era terriblemente cierto.

Así, se supo que el presunto asesinos de muchachas en la capital Húngara, un tal Hoffman, era en realidad Kiss, y sus víctimas eran ejecutadas en la tranquila población.

Bela fue dado por muerto, aunque la polcía sospechaba de que estaba vivo, y efectivamente, su rastro se localizó, aunque se perdió cuando embarcó, posiblemente, hacia Sudamérica, donde se supone que murió tranquilamente al llegar la vejez.

martes, 26 de agosto de 2008

Jarabo, un asesino con clase


La Crónica Negra española, por desgracia, también tiene en su haber un buen número de personajes cueles, oscuros y trágicos.
Madrid, capital de la nación, como gran ciudad y urbe principal, recogió en sus calles a varios de ellos, seres que decidieron tomar las vidas de otras personas por su propio beneficio.
José María Manuel Pablo de la Cruz Jarabo Pérez Morris ha pasado a la Historia del crimen patrio por su vida y sobre todo por la crueldad con que realizó sus cuatro crímenes. Cinco, si se cuenta la vida del nonato que crecía en el vientre de una de sus víctimas.
Jose María nació en la Madrid de la preguerra, pero su chalet fue tomado por una célula anarquista, y se convirtió en una “checa” donde se ajusticiaba a los desgraciados capturados por sus integrantes.
La guerra civil provocó el exilio de la familia a Miami, donde la familia mantuvo su fortuna y el alto nivel de vida que tenían en Madrid.
Allí ya comenzó a tener problemas con la justicia y decidió, ya adulto, trasladarse a la capital española a vivir y medrar con el dinero familiar.
Y en 1950, Jarabo se instaló en España y comenzó a disfrutar de un nivel de vida elevado, con la fiesta y la jarana por bandera y siempre sin mirar ni calibrar el dinero gastado.
Era habitual verle conduciendo coches descapotables, los entonces famosos “hagias”, alternando con mujeres hasta altas horas de la madrugada y bebiendo en compañía de otros vividores.
Se calcula que entre 1950 y 1958 había gastado la friolera de 15 millones de pesetas de la época.
Mantuvo una relación con una mujer británica, casada, Beryl Martin Jones, que pasaba largas temporadas con él.
En una de esas ocasiones, le dio a Jose María un anillo, regalo de su esposo, para que mantuviera su nivel de vida, y él lo empeñó en una popular tienda del centro de Madrid.
Por él le dieron cuatro mil pesetas, mucho menos de lo que valía, pero que le permitieron más de una noche de fiesta por los clubes de la ciudad.
El problema llegó cuando, al poco tiempo, su amante británica le reclamó el anillo. Su marido le había exigido que lo llevara en un acto público, y lo necesitaba recuperar rapidamente.
Le envió a Jarabo una carta autorizándole a retirarlo de la casa de empeños, demostrando ser ella su propietaria y con ella, se dirigió a recuperarlo.
El problema llegó cuando José María no pudo reunir el dinero solicitado y los propietarios se negaron a entregárselo.
Eso sí, se quedaron con la carta como prenda y acordaron esperar un tiempo, para que reuniera el dinero necesario.
Pero Jarabo no quiso esperar ese tiempo, y decidió hacerse con la sortija de una manera u otra.
Llamó a Emilio Fernández Díez, uno de los socios de la tienda, y quedó con él esa tarde. No se presentó, sino que decidió acercarse hasta su casa y llevar a cabo su plan.
En el hogar de Emilio estaba Paulina Ramos, una joven de 26 años que trabajaba en la casa. Le invitó a pasar al comedor, a esperar al señor, mientras ella continuaba en la cocina con sus labores.
En cuanto le perdió de vista, Jarabo se acercó a ella por detrás, cogió un cuchillo de la cocina y se lo clavó en el corazón. Después, llevó el cadáver de la joven hasta su habitación y esperó en el comedor la llegada de Emilio.
Este llegó en unos minutos y sin darse cuenta de nada, fue hasta el baño, donde comenzó a asearse. En ese momento, Jarabo lo inmovilizó y le descerrajó un disparo en la nuca.
Buscó la carta entre sus pertenencias, pero no la encontró. De todas maneras, algunos investigadores creyeron que el móvil del anillo era circunstáncial, y lo que buscaba Jarabo era una nueva fuente de ingresos, en forma de atracos, así que probablemente, le robó el dinero de la cartera.
La mala fortuna quiso que mientras se arreglaba para salir a la calle, llegara Amparo Alanso la mujer del empresario. Jose María le intentó engañar diciendo que era agente del gobierno y que unos compañeros suyos habían acompañado a su marido y asistenta hasta la comisaría para declarar sobre unos asuntos. Amparo le creyó, hasta que vio manchas de sangre en el traje del hombre, y decidió esconderse en su dormitorio. Allí le arrinconó junto a la cama y la mató de un certero disparo, también, en la nuca.
Entonces, cayó en la cuenta de que se había hecho muy tarde y que el portal estaría cerrado. No había problema. Se quedó en el piso, a la espera de que al amanecer del próximo día, domingo, el portero abriera la puerta, y salió, ya impecablemente vestido con un traje de Emilio, hasta su próximo destino.
Ese domingo lo pasó gastando el dinero robado, con mujeres, alcohol y drogas,y el lunes por la mañana fue hasta el establecimiento, donde esperó a Félix López Robledo, el otro socio. Entró utilizando la llave de Emilio, y cuando su socio entró, le disparó dos veces en la nuca, sin decir palabra.
No consiguió encontrar ni sortija ni carta, pero se llevó diverso material valioso y dinero.
De todas maneras, la policía ya estaba investigando los crímenes del sábado, y su nombre salió a relucir rapidamente. Se le detuvo el martes por la mañana, cuando fue a la tintorería a recoger el traje manchado de sangre de una lavandería a la que lo había llevado.
Fue ajusticiado el 4 de junio de 1959 por el triste método del garrote vil, a manos del célebre verdugo Antonio López Sierra, que también fue el responsable de la muerte de Pilar Prades, la envenadora de Valencia y Salvador Puig Antich.
En los años 80, fue protagonista de un telefilm enmarcado en la serie La Huella del Crimen, y su personaje fue interpretado de manera magistral por Sancho Grácia.

lunes, 14 de julio de 2008

Buono y Bianchi, los estranguladores de Hillside


Bianchi y Buono. Dos nombres que hace que muchos norteamericanos sientan como un escalofrío recorre sus espaldas y busquen el refugio de una casa amiga y segura.

Ambos primos, auténticos depredadores, hicieron de la costa Oeste americana un lugar más tenebroso de lo habitual durante los años 70 del siglo pasado, un lugar donde se afanaron en sumar víctimas a la ya complicada situación de ciudades como Los Angeles, que siempre han tenido el crimen como uno de sus mayores problemas.

Kenneth Alessio Bianchi era hijo de una prostituta que dio en adopción a su recién nacido vástago. Este fue adoptado por el matrimonio Bianchi, que cuidaron del pequeño como mejor supieron. No tenían una mala posición social, aunque no nadaban en la abundancia.

Los primeros años de su vida debían de haber sido placenteros y normales, pero de ser así, quizás no tendríamos a este caballero en esta página.

De carácter difícil, tenía además ciertos momentos en los que padecía ataques extraños, que le ponían los ojos en blanco y sufría convulsiones.

Su carácter le hacía depender de su madre, y cuando falleció el padre, y la situación económica se resintió, el joven Bianchi comenzó a mostrar un desequilibrio más serio.

Alrededor de los dieciséis años ya parecía que todo había terminado, y se podía ver al muchacho relacionarse con chicas y amigos. Sólo que las cosas no eran tan normales como parecían. Unos fuertes sentimientos morales le llevaban a exigir a sus novias mantener la virginidad y la fidelidad para con él, mientras él disfrutaba con la compañía de otras, y vivía tal y como quería.

Se casó a los 18 años, y a los pocos años, se casa de nuevo, ya que ninguna pareja le duraba mucho tiempo.

Quiso ser policía, pero su inconstancia le impidió permanecer en la Academia y se tuvo que conformar con trabajos de Seguridad Privada.

A los 26 años, decidió abandonar su Rochester natal para probar fortuna en Los Angeles. Allí, estaba afincado su primo, Angelo Buono, otro sujeto que no tenía en la vida otra meta que medrar sin trabajo fijo y con un amplio historial de delitos contra las mujeres, además de robos, asaltos y otras lindezas.

Desde bien joven, Angelo Buono alardeaba con sus amistades de su violencia contra las mujeres e incluso en alguna ocasión dijo haber abusado de sus hijastras.

Bianchi se aloja en su casa y pronto comienzan a elaborar planes para ganar dinero sin tener que trabajar, y ahí es donde comienza el descenso al horror de ambos primos.

La primera idea es hacerse pasar por psicólogo. Bianchi tenía algunas nociones, merced al curso para entrar en la policía, pero fracasa miserablemente, y una vez más, se arruina.

Angelo, con toda tranquilidad, le propone comenzar a encargarse de varias chicas con las que él ya tenía negocios. Así, ambos comienzan a controlar a dos prostitutas, dos chicas jóvenes a las que, mediante engaños y amenazas, sacan todo su dinero.

Sabra Ana y Becky Spears, las muchachas, están recluídas bajo el control absoluto de los primos. Becky consiguió contactar con un abogado, David Wood, que la rescató. Sabra escapó al poco tiempo también.

Consiguieron a otra chica, quien les vendió una lista de clientes que resultó ser falsa. Para vengarse, se cebaron en una compañera de trabajo de la chica. Apareció muerta, estrangulada, cerca del cementerio de Forest Lawn.

Este primer homicido no levantó mucha polvareda. Los Angeles es una gran ciudad y una prostituta muerta no es noticia.

Dos semanas después, en una pequeña población anexa a L.A., La Crescenta, apareció un segundo cuerpo: una joven de 16 años. En su cuerpo aparecieron cinco marcas que algún detective consiguió relacionar con las que aparecieron en el cuello de la primera víctima. El 6 de noviembre de 1977 apareció un nuevo cuerpo en Glendale. En esta ocasión, la víctima había sido violada y se detectaron las marcas de ataduras y estrangulamiento que ya conocía la policía.

Se comenzó a dar la voz de alarma: un asesino en serie estaba operando en la ciudad.

Las pistas comenzaron a fluir, y pronto se determinó que no era uno, sino dos o más los asesinos.

Mientras, los primos estaban tranquilos. Nada indicaba que eran ellos y la impunidad les hacía más osados.

Las siguientes víctimas fueron Jane King, de 28 años, Sonja Jonhson, de 14 y Dolores Cepeda, de 12. Estas dos últimas eran estudiantes, que se cruzaron en el camino de los dos asesinos y fueron víctimas de sus abusos.

Kristina Weckler, Lauren Wagner y Kimberley Diane Martin les siguieron en un margen muy escaso.

El Estrangulador de Hillside, como se llamó al asesino, continuaba impune.

Bianchi, en ese lapso de tiempo, se habia casado y tenía un hijo, Ryan. Decidió entonces marcharse de Los Angeles y llegó hasta el estado de Washington.

Durante un tiempo no hubieron más crímenes, pero la bestia volvió a surgir y dos estudiantes aparecieron muertas en enero de 1979. La policía del Estado comprobó el modus operandi y coincidía con las muertas en California.

Comenzó a estrecharse el cerco y se llegó hasta un sospechoso: Kenneth Bianchi.

Él lo negó todo, e incluso muchos policías y psiquiatras que le examinaron se extrañaron de que alguien tan educado y cortés fuera un asesino.

Finalmente, confesó todos los asesinatos e imputó tambén a Buono. Habían caído los dos estranguladores más terribles de la Costa Oeste.

El juicio contra Buono fue complicado, pero finalmente, murió en prisión en 2002, mientras que Bianchi contiinúa cumpliendo condena.