lunes, 30 de marzo de 2009

Gary Michael Heidnik, un asesino sin alma


La religión, sea la que sea, suele traer a sus seguidores una cierta paz del alma, un camino a seguir y un reflejo de algo superior.

En otras ocasiones, se utiliza la excusa de estas creencias para justificar actos atroces y totalmente desaforados.

El caso de Gary Michael Heidnik es, por desgracia el segundo.

Y es que este joven, nacido en 1943, se encargó de fundar una iglesia, al margen de otras ya existentes, en las que dio rienda suelta a toda su maldad, a su maquiavélica planificación para cumplir sus retorcidos sueños.

Nació en Eastlake, Ohio, en el seno de un matrimonio que se deshizo a causa de los malos tratos y los abusos sexuales que el patriarca, alcohólico desde hacía años, infringía a su mujer. Gary y sus hermanos viven al principio con su madre, pero no tardan en volver a visitar a su padre y su nueva mujer.

En casa de su padre, recibía las burlas del mismo, a causa de un problema que le persiguió durante años: se hacía pis en la cama.

También hubo un nuevo problema: se cayó de un árbol y a consecuencia del golpe, se le deformó el cráneo, provocando que los niños, tan crueles con el diferente, le sacaran un mote “El Balón”.

Para terminar de arreglar su ya delicada mente, su madre optó por el suicidio para escapar de su trágica vida. Su muerte, le destrozó y le dejó muy atormentado.

A lo largo de su vida, se registraron 21 ingresos en centros psiquíatricos, en los que tuvo numerosos tratamientos. Nunca consiguió mejorar.

También se contabilizaron 13 intentos de suicidio, lo que demuestra que la mente de Gary no estaba todo lo tranquila y centrada que debería estar.

En 1971, asqueado de la vida, y tras haberse enriquecido y arruinado varias veces, se le ocurrió una nueva manera de sobrellevar su trágica vida.

Ya por entonces, frecuentaba la compañía de prostitutas, a las que maltrataba y despreciaba. Era su única manera de relajarse, de sentirse feliz.

Su idea, fundar una iglesia, una congregación en que refugiarse y dar rienda suelta a sus instintos: La Iglesia Unida de los Ministros de Dios. Él fue fundador, único miembro y, esperaba, el primero de muchos.

Con sólo 28 años tenía a su disposición todos los recursos de una iglesia recién fundada, en la que se cometían atroces violaciones y palizas a prostitutas. Prostitutas que tenían una característica en común: todas eran mujeres negras.

El nivel intelectual de estas chicas era muy bajo. Él las buscaba así, manejables, con miedo y sin expectativas.

En una de estas brutales citas, la chica consiguió reunir el suficiente valor para denunciar al brutal Gary. La policía le detuvo y el juez le condenó a varios meses de prisión.

La cárcel no sirvió de mucho. Más bien, hicieron que su crueldad y maldad aumentara.

Al salir, pensó en dar un giro a su vida: en lugar de jóvenes afroamericanas, tendría una esposa asiática. Pensaba que así sería más sumisa. Se casó con Betty en 1983. Ella era una asiática que encontró a través de una agencia.

El matrimonio no fue bien, obviamente, y tras unos meses de violaciones, infidelidades y palizas, ella le abandonó.

Gary pensó entonces en aprovechar su condición de obispo de su propia iglesia para rodearse de un harén, de doce, quizás quince esposas.

¿Por qué no, si el imponía sus propias reglas?

Reunió en su hogar a varias prostitutas, a las que sometía a las más crueles palizas.

Pero entre ellas, había una favorita, la primera en acercarse a su Iglesia. Era Josefina Rivera, que consiguió ser su lugarteniente, y la que reclutaba a las chicas para ser sometidas por él.

Ella también recibía su propio castigo, pero ella consentía, se dejaba llevar, igual que el resto.

Largas sesiones de sadomasoquismo, palizas, las obligaba a golpearse entre ellas, y las violaba sin dar opción a escapar.

Y llegó el momento en que, por desgracia, dos jóvenes murieron.

Gary las encadenaba en un sótano, las golpeaba allí. Sandra Lindsay murió allí, colgada del techo. Había abortado un hijo de Gary, y el castigo fue morir así, de inanición y abandonada a su suerte.

La otra, Deborah Dudley, murió a consecuencia de una sesión sadomasoquista. A Gary se le fue la mano y la electrocutó.

Se deshizo de los cuerpos, utilizando su pavorosa y depravada mente: pulverizó los cuerpos e hizo una papilla de carne cocida, que dio a comer a sus chicas. Los restos más grandes, se los dio a su doberman, que disfrutó con brazos y piernas.

Las chicas comieron los cuerpos de sus compañeras, sabiendo que lo hacían, obligadas por el cruel Gary.

Josefina estaba a punto de explotar, encerrada y agobiada por la maldad de su mentor, así que consiguió escapar de su control. Obtuvo permiso para ir a ver a su familia, haciendo uso de sus privilegios de favorita.

Le denunció ante la policía y fue detenido.

Los agentes encontraron restos de las dos fallecidas, y a tres muchachas maltratadas, con los timpanos perforados por un destornillador, desnutridas …

Nadie ayudó a Gary en el juicio, ni siquiera su abogado defensor. Fue condenado a muerte y ejecutado el día 6 de julio de 1999.