lunes, 14 de julio de 2008

Buono y Bianchi, los estranguladores de Hillside


Bianchi y Buono. Dos nombres que hace que muchos norteamericanos sientan como un escalofrío recorre sus espaldas y busquen el refugio de una casa amiga y segura.

Ambos primos, auténticos depredadores, hicieron de la costa Oeste americana un lugar más tenebroso de lo habitual durante los años 70 del siglo pasado, un lugar donde se afanaron en sumar víctimas a la ya complicada situación de ciudades como Los Angeles, que siempre han tenido el crimen como uno de sus mayores problemas.

Kenneth Alessio Bianchi era hijo de una prostituta que dio en adopción a su recién nacido vástago. Este fue adoptado por el matrimonio Bianchi, que cuidaron del pequeño como mejor supieron. No tenían una mala posición social, aunque no nadaban en la abundancia.

Los primeros años de su vida debían de haber sido placenteros y normales, pero de ser así, quizás no tendríamos a este caballero en esta página.

De carácter difícil, tenía además ciertos momentos en los que padecía ataques extraños, que le ponían los ojos en blanco y sufría convulsiones.

Su carácter le hacía depender de su madre, y cuando falleció el padre, y la situación económica se resintió, el joven Bianchi comenzó a mostrar un desequilibrio más serio.

Alrededor de los dieciséis años ya parecía que todo había terminado, y se podía ver al muchacho relacionarse con chicas y amigos. Sólo que las cosas no eran tan normales como parecían. Unos fuertes sentimientos morales le llevaban a exigir a sus novias mantener la virginidad y la fidelidad para con él, mientras él disfrutaba con la compañía de otras, y vivía tal y como quería.

Se casó a los 18 años, y a los pocos años, se casa de nuevo, ya que ninguna pareja le duraba mucho tiempo.

Quiso ser policía, pero su inconstancia le impidió permanecer en la Academia y se tuvo que conformar con trabajos de Seguridad Privada.

A los 26 años, decidió abandonar su Rochester natal para probar fortuna en Los Angeles. Allí, estaba afincado su primo, Angelo Buono, otro sujeto que no tenía en la vida otra meta que medrar sin trabajo fijo y con un amplio historial de delitos contra las mujeres, además de robos, asaltos y otras lindezas.

Desde bien joven, Angelo Buono alardeaba con sus amistades de su violencia contra las mujeres e incluso en alguna ocasión dijo haber abusado de sus hijastras.

Bianchi se aloja en su casa y pronto comienzan a elaborar planes para ganar dinero sin tener que trabajar, y ahí es donde comienza el descenso al horror de ambos primos.

La primera idea es hacerse pasar por psicólogo. Bianchi tenía algunas nociones, merced al curso para entrar en la policía, pero fracasa miserablemente, y una vez más, se arruina.

Angelo, con toda tranquilidad, le propone comenzar a encargarse de varias chicas con las que él ya tenía negocios. Así, ambos comienzan a controlar a dos prostitutas, dos chicas jóvenes a las que, mediante engaños y amenazas, sacan todo su dinero.

Sabra Ana y Becky Spears, las muchachas, están recluídas bajo el control absoluto de los primos. Becky consiguió contactar con un abogado, David Wood, que la rescató. Sabra escapó al poco tiempo también.

Consiguieron a otra chica, quien les vendió una lista de clientes que resultó ser falsa. Para vengarse, se cebaron en una compañera de trabajo de la chica. Apareció muerta, estrangulada, cerca del cementerio de Forest Lawn.

Este primer homicido no levantó mucha polvareda. Los Angeles es una gran ciudad y una prostituta muerta no es noticia.

Dos semanas después, en una pequeña población anexa a L.A., La Crescenta, apareció un segundo cuerpo: una joven de 16 años. En su cuerpo aparecieron cinco marcas que algún detective consiguió relacionar con las que aparecieron en el cuello de la primera víctima. El 6 de noviembre de 1977 apareció un nuevo cuerpo en Glendale. En esta ocasión, la víctima había sido violada y se detectaron las marcas de ataduras y estrangulamiento que ya conocía la policía.

Se comenzó a dar la voz de alarma: un asesino en serie estaba operando en la ciudad.

Las pistas comenzaron a fluir, y pronto se determinó que no era uno, sino dos o más los asesinos.

Mientras, los primos estaban tranquilos. Nada indicaba que eran ellos y la impunidad les hacía más osados.

Las siguientes víctimas fueron Jane King, de 28 años, Sonja Jonhson, de 14 y Dolores Cepeda, de 12. Estas dos últimas eran estudiantes, que se cruzaron en el camino de los dos asesinos y fueron víctimas de sus abusos.

Kristina Weckler, Lauren Wagner y Kimberley Diane Martin les siguieron en un margen muy escaso.

El Estrangulador de Hillside, como se llamó al asesino, continuaba impune.

Bianchi, en ese lapso de tiempo, se habia casado y tenía un hijo, Ryan. Decidió entonces marcharse de Los Angeles y llegó hasta el estado de Washington.

Durante un tiempo no hubieron más crímenes, pero la bestia volvió a surgir y dos estudiantes aparecieron muertas en enero de 1979. La policía del Estado comprobó el modus operandi y coincidía con las muertas en California.

Comenzó a estrecharse el cerco y se llegó hasta un sospechoso: Kenneth Bianchi.

Él lo negó todo, e incluso muchos policías y psiquiatras que le examinaron se extrañaron de que alguien tan educado y cortés fuera un asesino.

Finalmente, confesó todos los asesinatos e imputó tambén a Buono. Habían caído los dos estranguladores más terribles de la Costa Oeste.

El juicio contra Buono fue complicado, pero finalmente, murió en prisión en 2002, mientras que Bianchi contiinúa cumpliendo condena.