Los asesinos en serie cuyas vidas vistamos en está página son fruto de una infancia o juventud violenta, desatendida y cruel. Sus actos tienen raíces que se hunden en ese pasado y afloran en su época adulta, aunque en alguno de ellos, lo hace incluso cuando todavía no se afaitan.
Y el protagonista de esta semana es uno de esos jovencitos que dieron el salto al lado oscuro de la vida y cuyas pendencias y malas ideas alcanzaron su punto máximo siendo un joven adulto.
Carl Panzram tuvo a lo largo de su truculenta vida varios alias:Jefferson Baldwin, Jeffrey Rhodes, John King, John O’Leary… pero no tardó en ser conocido como uno de los más peligrosos criminales de la costa Este norteamericana.
A los siete años, su padre se fue de casa, dejando a su madre y a los siete niños desamparados. Los malos tratos habían sido moneda habitual en el seno familiar, y según Carl, continuaron cuando el progenitor se fue, merced a la mala voluntad de sus hermanos.
En 1903 Carl, con 12 años, irrumpió en una casa para robar, y fue descubierto. Recibió una cruel paliza a manos de uno de sus hermanos mayores y fue recluido en el Minnesota State Trainin School, una institución reformatoria en la que la vida no resultaba nada fácil.
Los abusos comenzaron nada más entrar, cuando un oficial le hizo desnudarse y le toqueteó sin miramientos. La férrea disciplina venía de la mano de una educación religiosa fundamentalista, que daba a los educadores la excusa para castigar sin miramientos a los internos. Palizas y severos castigos mermaron la capacidad de raciocinio del muchacho y comenzó a desear venganza contra todo el mundo.
Al poco de estar allí, harto quizás de los castigos, prendió fuego a un barracón del reformatorio, y lo vió arder con satisfacción. No se supo que había sido él el incendiario, y dos años después, consiguió hacer creer a los miembros del comité de libertad que se había reformado.
Fue devuelto a la familia, pero no tardó en cansarse de la vida en la granja y comenzó a detestar a su madre. “Ella era muy tonta para enseñarme algo bueno”, anotó en sus memorias.
En el colegio, recibía castigos corporales por parte de uno de sus profesores más estrictos. Planeó matarlo y fue a clase con un arma, que fue descubierta y se le expulsó.
Harto y asqueado, se subió a un tren y partió hacia lo desconocido, listo para hacerse la vida a su manera, sin ataduras ni límites. En uno de estos tren, fue violado y golpeado por otros vagabundos, un ataque que tuvo muchas más consecuencias que las inmediatas. Su mente se quebró y su rencor hacia la humanidad aumentó hasta límites insospechados.
Los siguientes meses fueron una sucesión de robos, incendios, asaltos y violaciones. Los chicos más jóvenes eran sus principales víctimas, hasta que fue detenido y encarcelado de nuevo en un reformatorio. A la mínima oportunidad que tuvo, mató a un celador y escapó. Esta estancia también estuvo llena de torturas y vejaciones, aunque en esta ocasión pudo defenderse.
Al huir, continuó con su campaña de crímenes, con los muchachos y las iglesias como principales focos de su atención. A sus 14 años ya era uno de los más peligrosos criminales de los Estados Unidos.
En 1907 decidió alistarse en el ejército, aunque sólo consiguió permanecer en él durante un mes. Ese periodo de tiempo le valió para ser expulsado con deshonor y condenado a trabajos forzados durante tres años. Llevaba una bola de acero de 25 kilos atada en su tobillo derecho y picaba piedras durante diez horas al día.
Al cumplir la condena, vivió durante unos años en las calles, asesinando, violando y asaltando a los incautos que se pusieron a su alcance.
Salió en marzo de 1915, y en junio volvió a estar encerrado, esta vez, en Oregon. De allí salió en 1917, aunque no tardó en ser detenido de nuevo. En 1918 escapa en medio de un tiroteo y se refugió en un tren que le llevó hasta la costa del Atlántico. En New Haven, Connecticut, continuó aumentando su número de violaciones, asesinatos y robos. Allá entró en la residencia del entonces presidente Taft, quien firmó su orden de encarcelamiento en el ejército, cuando era Secretario de Defensa. Consiguió un considerable botín y compró un yate. La primera tripulación fue violada y asesinada mientras dormían a bordo. Las dos siguientes, también.
Huyendo de las autoridades, buscó refugio en un carguero que le llevó hasta Angola. Allí trabajó para una empresa petrolera, pero sus malas ideas terminaron por hacerle huir de nuevo. Una tarde encontró a un niño de 11 años, al que violó y asesinó. Este crimen, unido a la masacre que provocó durante una batida para cazar cocodrilos, en la que mató a todos los porteadores a sangre fría, provocó nuevamente su huída hasta los Estados Unidos.
En 1922 regresó a su país natal, donde continuó con sus fechorías.
Varios niños murieron a manos de Panzram, que continuaba su terrible viaje por la Costa Este americana. Salem, Connecticut… en todas estas ciudades dejaba un rastro de sangre.
Tras ser detenido por enésima vez, decide confesar todos sus crímenes. Era el año 1923, y la cuenta de víctimas superaba ya el centenar.
En prisión, se hizo respetar por el resto de internos. Nadie le molestaba. Nadie se atrevía a cruzarse en su camino, y quien lo intentó, acabó muerto, como el encargado de la lavandería del centro. Intentó escapar de nuevo, pero fracasó.
Los guardias cayeron sobre él y le dieron una brutal paliza que le dejó tendido en el suelo de celda, sin atención médica, durante 14 meses.
En su siguiente periplo carcelario ya se le condenó a muerte. Antes, su amistad con un oficial de la prisión le hizo escribir una confesión de 20.000 palabras en la que relató, con pelos y señales, todos sus crímenes.
Fue el 5 de septiembre de 1930 cuando el cadalso se abrió y el más terrible asesino, pirata, asaltador americano, fue ajusticiado.
2 comentarios:
Creo que Panzram actuo asi por que su niñez fue muy cruel. Es mas creyeron que con palizas lo iban a educar pero no, lo que hicieron fue hacer una maquina de venganza
Ademas de haber sido violado en su juventud...lo que le llevo a violar y matar a todo lo q se moviera...no fue asesino por casualidad
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