La infancia, o mejor dicho, los sucesos que ocurren durante la infancia, son determinantes para el desarrollo posterior de la persona. Si esos sucesos son traumáticos, pero de verdad, la persona puede llegar a ser adulto con algunos problemas. La larga lista de asesinos en serie demuestra que su infancia fue muy dura y aunque no siempre tiene que acabar así, el presenciar un asesinato durante la niñez ayuda a convertirte en uno.
Es el caso de Richard Ramírez, un norteamericano con ascendencia mexicana cuyo padre era amigo del castigo corporal y con demasiada frecuencia. Se relacionaba con su primo Mike, quien asesinó a su esposa de un tiro en la cara delante del joven Richard. Nunca dijo que él estaba presente pero el haber presenciado ese crimen marcó su vida. Normal, teniendo en cuenta que parte de la sangre cayó sobre su cara.
De todas maneras, esto fue sólo un detonante, ya que le daño estaba hecho ya, al parecer. Una epilepsia, unida al castigo físico, la férrea disciplina católica imperante en su hogar, habían hecho ya su camino. Cuando cursaba noveno curso, dejó el colegio y se dedicó a vivir en la calle, fumando marihuana y tomando otras drogas y alcohol.
Esto provocó que los dientes se le resintieran y su aliento fuera bastante desagradable, algo que él llevaba muy a gala. Era, según él, un vehículo para el Demonio, de quien él era un sirviente, decía.
Pero los asesinatos comenzaron en 1984. El 28 de junio de 1984, cuando tenía 24 años, entró en la casa de Jeannie Vincow, de 79 años. Ya había robado antes en casas, pero esta vez, violó a la mujer y la asesinó. La rabia contenida surgió de repente, ya que el cadáver se encontró con la cabeza casi arrancada del tronco y numerosas acuchilladas.
El 17 de marzo de 1985, la joven María Hernández llegó a su casa desde el trabajo y al bajar del coche, se encontró con Richard apuntándole con un arma a la cara. Disparó, pero un acto reflejó provocó que la bala chocara contra el llavero y le salvó la vida. Se quedó quieta en el suelo, esperando que el asesino le tomara por muerta. Este subió hasta su apartamento y allí se encontró con la compañera de piso de María, Dale Okazaki, de 33 años. Sin mediar palabra, le descerrajó un disparo a bocajarro en la cara, matándola en el acto. El cadáver lo encontró la propia María unos minutos después.
El matrimonio Zazzara fue el siguiente objetivo. A él lo mató rápidamente, pero con ella se recreó con toda su maldad. Le sacó los ojos, la apuñaló sin piedad y la violó. En el escenario del crimen se encontró una huella de una zapatilla y se relacionó, por fin, con los anteriores asesinatos.
La prensa californiana comenzó a hablar del Asesino Nocturno y se consiguió una primera descripción, gracias a una víctima de violación que no fue asesinada por Richard.
El 30 de mayo entró en casa de Ruth Wilson, una mujer de 41 años que vivía con su hijo de 12 años. Encerró al niño en el cuarto de aseo y a ella la ató en la cama y la violó. Le dijo que le había gustado y que no la iba a matar, aunque ya se sabía que había asesinado a más mujeres en situaciones similares. La descripción se ajustaba a la que ya conocían y el cerco se estrechó.
Dos hermanas de 80 y 83 años y una niña de 6 son otras de las víctimas de Richard, pero no son las únicas. Una nueva identificación dio el número de la matrícula y se localizó la furgoneta que conducía Richard. Las pruebas fueron suficientes para condenarle por 14 asesinatos, 5 intentos de asesinato, 9 violaciones (entre las cuales 3 fueron a menores), 2 secuestros 5 robos y 14 allanamientos de morada. La condena fue la pena de muerte, que aún está esperando a que se cumpla, en el penal de Sacramento.
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