Los visitantes de esta página suelen tener, digámoslo así, unos gustos algo extraños para ir andando por la vida. Algunos, hasta han demostrado que su gusto para las comidas son bastante extremos.
La carne humana ha sido ingrediente en más de una ocasión de alguna cena o comida de estos personajes. Y el menú de Gumaro de Dios tuvo, al menos en una ocasión, el sabor de la carne humana.
Gumaro de Dios Arias nació en el seno de una familia “normal”. No tuvo unos primero años malos, nada que hiciera pensar en el fatal desenlace de su vida adulta, hasta los siete años. La ciudad de Tabasco fue el escenario donde vivió los primeros años de su vida, junto a sus padres, Anita y Candelario, y sus seis hermanos. Nació en 1978, y recibió el nombre de un futbolista de la localidad.
Le gustaba la música de Rocío Durcal, jugar a los vaqueros y disfrutar de su infancia sin más problemas. Pero todo eso cambió cuando cumplió siete años. En ese momento, uno de esos sucesos de los que cambian la vida a una persona y preparó el camino hacia la perdición y al crimen por el que visita esta sección.
Sufrió la violación por parte de un tío. Esta situación no provocó una reacción perversa de inmediato. Gumaro tuvo que crecer con la vergüenza y el dolor dentro de él, pero el daño ya estaba hecho. La situación pareció romper la débil mente del niño y comenzó a hacerlo cada vez más reservado y con aspecto ausente.
A los 18 años, en el 96, ingresó en el ejercito, a instancias de su padre. Allí fue cuando comenzó a tener contacto con las drogas. Su comportamiento fue bueno y no dio grandes problemas a sus superiores.
Alguien comentó que abandonó el ejército, en el 98, tras acuchillar a un teniente, pero no hay constancia en firme sobre eso.
En esa época, con unos 20 años, se registraron algunos episodios de zoofilia. En el más grave de ellos, se sabía que tenía una yegüa, que llegó a confundir con una mujer americana, en su delirio. Aseguraba que era su mujer y que iban a tener hijos pronto.
A este punto llegó su descalabrada mente, por el trágico suceso y su abuso de las drogas.
También comenzó una triste carrera como violador. Una monja cayó bajo sus depravados instintos. La declaración de la religiosa apunta que estaba dispuesto a rajarle el cuello si no colaboraba. La mujer optó por salvar la vida, y años más tarde, él recordaba el pasaje con una sonrisa…
También realizó varios robos, por los que cumplió condena de 18 meses.
Se lanzó a la mala vida, se alejó de la familia y comenzó a vivir en la calle, junto a otros compañeros con problemas similares a los suyos.
Trabajaba en una obra, y junto a sus amigos, gastaba casi todo su sueldo en drogas y alcohol. Consumía prácticamente todas las substancias que se ofrecían en el mercado callejero, hasta cosas como tintes de pintura, disolventes, etc.
En poco tiempo, ya estaba totalmente perdido para la sociedad.
El Guacho se había convertido en su amigo, compadre y amante. Mantenían relaciones sexuales con frecuencia, y fue precisamente en una de esas noches de sexo, drogas y desmadre, cuando Gumaro cruzó la línea definitiva.
El Guacho se negó a continuar la noche con el joven, que entonces, año 2004, contaba con 25 años. Este, enfadado y privado del conocimiento a causa de las drogas, le golpeó en la cabeza.
Lo dejó inconsciente, y lo maniató.
Cuando despertó, vio a su comprade, y quizás, le insultó o intentó pedir clemencia, quien sabe. Lo que sí se confirmó en la investigación es que murió en el acto, a manos de Gumaro.
Pero la cosa no terminó ahí.
Cuando uno de los miembros de la cuadrilla se acercó al lugar donde dormían todos y pasaban los días, se horrorizó.
El cadáver presentaba serias heridas, y Gumaro estaba extrañamente ido.
La policía llegó rápidamente y comenzó la investigación.
El cuerpo presentaba múltiples cortes y le faltaban varios órganos. Los genitales no estaban, y las partes blandas y las extremidades tenían grandes cortes y con falta de masa muscular.
Sus declaraciones dieron los detalles que faltaban.
Durante los tres días que pasaron entre que asesinó al Guacho y fue detenido, cortó y preparó partes del cuerpo para comérselo.
La parrilla fue uno de los métodos que utilizó, pero no el único. Un cocido y varias sopas habían recibido parte del macabro ingrediente.
Posteriormente, Gumaro aseguró que no había realizado nunca semejante cosa, aunque las pruebas recogidas en el lugar del crimen no dejaban lugar a dudas.
Fue recluído en el Centro Federal de Rehabilitación Psicosocial de Ciudad Ayala, en Morelos. Allí se le detectó una infección de VIH, por lo que se espera que su vida termine pronto.
Perfiles y biografías de los más afamados psicokillers de la historia. Sus obras crearon terror y conmocionaron a la sociedad. ¿Quienes fueron y cuales fueron sus motivaciones? Aquí no está la respuesta, pero sí unos apuntes de sus terribles crímenes. Actualizaré cada lunes.
jueves, 28 de enero de 2010
martes, 12 de enero de 2010
Francisco García Escalero, el mendigo asesino de Madrid
La vida en las calles es dura. Tanto, que puede convertirse en un verdadero infierno si la mente de la persona que la vive no está en perfecto estado.
Sin embargo, los motivos para vivir en esas condiciones pueden tener un origen muy anterior en el tiempo, y situarse en la niñez de esa persona.
Es algo parecido a lo que sucedió con el mendigo asesino de Madrid, Francisco García Escalero.
Nació el 24 de mayo de 1954, y creció en una chabola situada en un poblado situado a unos 200 metros del Cementerio de la Almudena. Un lugar con mucha historia que sin duda tuvo su influencia en la ávida imaginación de los niños de la zona.
Pero Escalero tenía algo más en su mente. Sus instintos suicidas comenzaron a aflorar muy pronto. Desarrolló la necesidad de cruzar la calle, muy transitada, justo en los momentos en que más tráfico había. Sólo la suerte impidió que muriera. Sí se registran, de esa época, numerosas contusiones, provocadas por algún vehículo que no pudo frenar a tiempo.
Su padre, violento y alcoholizado, no toleraba esa conducta y cada intento de suicidio era “recompensado” con una paliza.
En 1970 ingresó en un psiquiátrico, con la esperanza de intentar curar esa tendencia, que se hacía más grande debido a su falta de formación académica y su reservada personalidad. En esa época comenzó a realizar pequeños hurtos, además de entrar en casas abandonadas y a espiar a mujeres y parejas escondido detrás de las persianas y cortinas, mientras se mansturbaba.
En 1973 robó una moto y fue trasladado a un reformatorio, donde se encerró más en si mismo y comenzó su descenso al terrible destino que le esperaba.
Una pareja que paseaba por las cercanías del Cementerio de la Almudena, el mismo que le vio crecer, fue la primera víctima de su locura. Mientras el chico era forzado a mirar, Escalero y sus amigos violaron a la chica.
Por suerte, fueron detenidos y encarcelados durante doce años.
La prisión no fue una liberación para Francisco, sino que su psicopatía continuó creciendo y creciendo. Su cuerpo se llenó de tatuajes, alguno de ellos con frases tan ilustrativas como “Naciste para sufrir”.
Una vez libre, la bebida y las drogas comenzaron a inundar su vida y a hacerle más violento e irritable.
En su cabeza, unas voces le instan a cometer nuevos crímenes y a hacerle visitar los cementerios para profanar tumbas e incluso, mantener relaciones sexuales con los cadáveres.
En esa época, en 1987, consumó su primer asesinato, el primero de muchos. María Paula Martínez, una prostituta conocida en la calle Capitán Haya de la capital como Meli contaba con 30 años cuando se cruzó con Francisco. Subió al 124 que conducía su verdugo y su cuerpo apareció, calcinado y decapitado, unos días más tarde en las afueras de San Fernando de Henares.
Su cabeza nunca apareció.
A partir de ese momento, los crímenes se multiplican. Aparecen varios cuerpos con las mismas características en Madrid.
Cuerpos acuchillados, quemados y en ocasiones, sin vísceras. Algunos cuerpos estaban incluso parcialmente comidos por su asesino.
Ángel, un compañero de calle, apareció con el cuello parcialmente diseccionado y con las yemas de los dedos amputadas.
A los dos meses, es Julio, otro indigente, esta vez de 65 años, el que aparece con el cuerpo lleno de cuchilladas y calcinado y el pene amputado.
Cinco cadáveres más aparecieron durante ese periodo.
Por otros motivos, Francisco terminó ingresado en el Hospital Psiquiátrico Alonso Vega, del que salió huyendo acompañado de Víctor Luis Criado, también interno en el mismo.
Cuarenta y ocho horas después, es localizado muerto, con el cráneo hundido quemado con papeles y mantas junto a la Iglesia de los Sagrados Corazones.
Francisco continuó escuchando las voces que le animaban a matar, y en esta ocasión, decide suicidarse de la manera en que lo intentó tantas veces de niño: tirándose encima de un coche.
Una pierna rota fue lo único que sacó en claro, pero una vez en el hospital, confesó sus crímenes de manera espontánea a los médicos y enfermeras que le atendieron.
En su primera confesión, aparecieron 11 asesinatos. A medida que los interrogatorios se sucedían, el número comenzaba a crecer, hasta llegar a 15.
También se inculpó de otros, como uno sucedido en Barcelona. Allí, aseguró, había acuchillado a un transexual cuando estaba solicitando servicios sexuales, en compañía de otro indigente.
Ese caso, no obstante, tenía ya a varios skin-heads inculpados y detenidos, y aunque los detalles coincidían en parte, había sido asesinado a golpes, y no a cuchilladas como él aseguraba haber perpetrado el asesinato.
El juicio tuvo lugar en 1995 y el veredicto fue de absolución para el encausado, debido a una más que probada enajenación mental.
Francisco García Escalero falleció el 19 de agosto de 2014 en el psiquiátrico de Foncalent, en Alicante, donde estuvo recluído durante varios años. Las causas de la muerte fueron confusas al principio, ya que no se determinó si la muerte fue a causa de un ataque al corazón o si se atragantó con el hueso de la ciruela que estaba comiendo.
La larga carrera criminal de Escalero le ha convertido en el mayor asesino en serie de la Crónica Negra española